El poema del Yugo
Marguerite Yourcena
Las mujeres de mi país llevan sobre los hombros un yugo;
Su corazón
pesado y lento oscila entre esos dos polos;
A cada paso, dos grandes
baldes de leche chocan
Uno con otro contra sus rodillas;
El alma
materna de las vacas, la espuma del pasto masticado,
Brotan en olas
nauseosas dulces.
Soy igual que la sirvienta de la granja;
A lo largo del dolor me
avanzo de un paso firme;
El balde del lado izquierdo está lleno de
sangre;
Puedes beber y saciarte de ese pujante jugo.
El balde del
lado derecho está lleno de hielo;
Puedes inclinarte y contemplar tu
rostro laso.
Así voy entre mi destino y mi suerte,
Entre mi sangre
caliente y líquida y mi amor límpido muerto.
Y cuando esté segura que
ni espejo ni bebida
Pueden ya distraer o sosegar tu corazón salvaje,
No quebraré el espejo resignado,
No volcaré el balde donde sangró
toda mi vida.
Iré llevando mi balde de sangre en la noche negra
Allí donde están los muertos que en él a beber vendrán.
Iré donde
están las olas con mi balde de hielo;
El breve gemido de la orilla
será menos dulce que mi llanto;
Un rostro pálido grande se asomará a
la duna
Y ese espejo, que ya no quieres, reflejará la faz calma de la
luna.
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